Fotografía tomada de wikipedia.
En 1818 un guía indonesio del explorador Dr. Joseph Arnold (1782-1818), descubrió una planta que poseía una flor gigantesca con olor a estiércol. La expedición estaba a cargo de Sir Thomas Stamford Raffles (1781-1826), fundador de la ciudad de Singapur y del Zoológico de Londres. Quien describió la especie fue el Dr. Arnold, naturalista y cirujano, quien la nombró Rafflesia, en honor a Sir Thomas. La primera especie descrita fue Rafflesia arnoldii, en honor al mismo Dr. Arnold, quién moriría ese mismo año durante la exploración en Sumatra.
Rafflesia es un género con entre 15 y 19 especies de plantas carentes de tallo, hojas o raíces, que se ha adaptado perfectamente a parasitar plantas del género Tetrastigma, que pertenecen a la misma familia de las uvas. La flor de Rafflesia arnoldii tiene un diámetro de hasta 100cm y una masa de hasta 100Kg.
¿Quién necesita a las mariposas siendo grande y olorosa? Su distintivo olor a estiércol atrae moscas curiosas que les ayudan a dispersar el polen de una flor a otra Cuando la flor de Rafflesia se convierte en fruto, son las musarañas arborícolas las que ingieren los frutos y dispersan las semillas. Sin duda, Rafflesia fue una de esas rarezas sorprendentes que los británicos encontraban en sus andares de conquista por el mundo y se hizo muy popular. Aparece en muchos dibujos del siglo XX, se le dibujó conviviendo con dinosaurios e incluso mereció tener un Pokémon basado en el género.
En enero de este 2014, Rafflesia lagascae -una de las tantas raflesias- dio una gran sorpresa a la biología evolutiva con los resultados obtenidos por un equipo compuesto de investigadores de cuatro países (Estados Unidos, Emiratos Árabes Unidos, Nueva Zelanda y Filipinas). Las raflesias perdieron casi todas las estructuras que caracterizan a las plantas, salvo sus flores, que crecieron descomunalmente. Todas las plantas, incluso las parasitarias, presentan en algún momento de su vida cloroplastos, que se encargan de realizar la fotosíntesis y proveer de energía y comida a la planta. Debido a que las plantas adquirieron sus cloroplastos por una asociación evolutiva (endosimbiosis) con cianobacterias (anteriormente llamadas algas verdeazules), en las que las cianobacterias se integraron a las células de la planta, estos organelos celulares poseen su propio material genético.
Los investigadores no encontraron rastro del material genético de los cloroplastos. Algunas veces los cloroplastos se pierden o pierden solamente la clorofila, pero en dichos casos se conservan los rastros genéticos en el núcleo de las células. En la raflesia esto no ocurre. Todo parece indicar que Rafflesia está tan adaptada a la vida parasitaria que no porta cloroplastos, ni tampoco rastros del material genético del mismo.
Ahora bien, falta ver si en efecto Rafflesia conserva solamente unas pocas cosas que la definen como planta o si ese genoma de cloroplasto perdido se resguardó en las mitocondrias o en partes del genoma de Rafflesia que no se secuenció, pues no suele secuenciarse la parte del genoma que no produce proteínas, pudiendo estar los genes de cloroplastos guardados en una zona no explorada. Cuando comenté esto por primera vez -pues es algo que a los biólogos nos suele impactar tanto como la salida del nuevo iPhone® - me preguntaron si eso significaba que ésta ya no es una planta. Si bien carece de muchas características de planta, dado que todos sus ancestros son plantas, Rafflesia sigue siéndolo. Lo que sucederá en el futuro, bueno, eso ni las raflesias lo saben.
Redacción: Omar Regalado