Quizá una de las cuestiones más profundas que nos planteamos los humanos, es la génesis de nuestra propia especie. Explicaciones sobran, pero la única que podemos probar, es que nuestra especie, al igual que el resto, desciende de una especie preexistente. Éste es el fundamento de la evolución biológica, pero la historia es más compleja de lo que podríamos pensar.
Solemos asociar la evolución humana con una icónica progresión desde un simio antropoide al humano moderno, sin embargo dicha concepción es errónea. Nuestra especie no posee una genealogía tan simple. El estudio de los fósiles, particularmente su DNA, ha demostrado lo contrario.
Hace 200,000 años, un par de poblaciones de Homo heidelbergensis dio origen a dos poblaciones de especies diferentes, una africana adaptada al clima árido y una europea, adaptada al inclemente frío glaciar de la época. La especie africana constituyó a los primeros Homo sapiens – nuestra especie – y la europea a los Homo neanderthalensis – los neandertales-
¿Nuestra historia se termina aquí? ¡Ni de cerca! Hace 70,000 años, oleadas de nómadas africanos dejaron para siempre su continente madre, ingresando a territorio neandertal. Se han hipotetizado conflictos que llevaron a la extinción de los neandertales, pero al parecer la historia es aún más candente.
Entre hace 65,000 y 47,000 años, nuestra especie tuvo pícaros encuentros en el Medio Oriente con neandertales que resultaron en híbridos que asimilaron parcialmente el genoma neandertal. Nosotros descendemos de dicha mezcla de especies, por lo que todo humano que no descienda directamente de africanos subsaharianos, posee entre el 1.5 al 2.1% de DNA descendiente de neandertales. Pero ahí no acaba nuestra travesía como especie.
Estudios recientes han demostrado que los neandertales no fueron el único "amorío secreto" de nuestros ancestros. Hace 44,000 años, los humanos recién llegaban al límite norte de Asia y se toparon con otra especie, una tan poco conocida que aún no ha recibido nombre formal, los denisovanos. En el macizo de Altái, localizado en la cordillera central de Asia, se desarrolló una "historia de amor" que desembocó en los ancestros de los actuales pobladores de Oceanía y parte de Asia.
Antes se pensaba que los neandertales y los denisovanos se extinguieron sin dejar rastro, pero hoy sabemos que parte de ellos aún vive en los humanos modernos. Esto evoca una nueva imagen del origen del hombre, una que no resulta de un proceso lineal y simplón, sino de uno complejo y digno de una novela romántica, con múltiples actores, escenarios y actos.
Lo anterior es un recordatorio persistente no sólo de la picardía de nuestros ancestros o de lo entramada que puede ser la naturaleza, sino también de lo poco que sabemos del pasado, nuestro pasado.
Redacción: Roberto Díaz Sibaja. Ganador del tercer lugar en el "1er concurso de notas de divulgación científica"