Es un día soleado cerca del campo y no hay nada como tomar un pequeño descanso sobre el césped a la sombra de un árbol, todo parece perfecto pero, ¿de dónde viene esa horrible picazón en manos, brazos y piernas?
Lo más común sería pensar que algún pequeño insecto nos ha pinchado, dejándonos el molesto recuerdo de su encuentro con nosotros; aun así, existen otras opciones que deberíamos considerar. Aquí los hechos científicos:
El pasto pertenece a un grupo de plantas denominadas gramíneas, las cuales crecen formando una cubierta espesa, que ayuda a otras especies vegetales a crecer. También se utiliza comúnmente como ornamentación en jardinería o como terreno para la práctica de diversos deportes. Sin embargo, estás hierbas tiene sus propios mecanismos de defensa y en muchas ocasiones podemos convertirnos en víctimas de ellas.
Si pudiéramos ver los tallos y hojas del césped bajo el lente de una lupa o de un microscopio, podríamos observar que están cubiertas por una epidermis, también llamada cutícula, que les brinda protección contra de la desecación y es su primera barrera de defensa contra agentes invasores como hongos y bacterias.
Del mismo modo que nuestra piel se encuentra cubierta por vellos, la epidermis de algunas plantas como el pasto presenta pequeños pelos llamados tricomas. Éstos varían ampliamente en forma y función. Muchos de ellos poseen pequeñas puntas globosas, similares a la cabeza de un alfiler, y son altamente urticantes. Cuando nuestra piel entra en contacto con estos pelillos microscópicos, las pequeñas cabezas se rompen y liberan sustancias químicas, responsables de la intensa comezón que percibimos.
Ahora ya sabes que la picazón que nos acosa en los días de campo no siempre se debe a pequeños insectos, ya que en algunas ocasiones es el propio pasto haciendo de las suyas.
Redacción: Andrea García