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El príncipe azul... “sacó el cobre”


La idea de un “príncipe azul” seguramente viene de una expresión de la Edad Media usada como burla hacia las personas de la nobleza, que se decía “tenían sangre azul”. Esto se debía principalmente, a que el color azulado de las venas se resalta en la piel pálida, una característica de las familias reales al vivir en su palacio y evitar exponerse al sol, a diferencia de los plebeyos que eran obligados a trabajar “de sol a sol”.

La sangre humana siempre es de color rojizo, pues contiene hemoglobina (una proteína encargada de transportar el oxígeno), la cual contiene hierro que al oxidarse es de color rojo. La sangre oxigenada, con un tono rojo intenso, recorre nuestro cuerpo a través de las arterias, mientras que la sangre con dióxido de carbono, de tono más oscuro, por las venas. El color de Marte, "el Planeta Rojo", es otro ejemplo de la coloración rojiza debida al óxido de hierro.

Por tanto, el color de las venas no es consecuencia de tener “sangre azul”, sino que es un efecto óptico debido a diferentes factores como la profundidad y grosor de las venas, la composición química de la sangre y la piel, que determinan sus propiedades ópticas, además de la percepción de colores por nuestro ojo, que varía según las intensidades relativas de los colores que vemos. Sin embargo, existen animales, como los arácnidos, moluscos y crustáceos, que sí pueden presentar una coloración azulada en su “sangre”, más propiamente llamada hemolinfa.

La composición química de la hemolinfa varía en cada especie y con ello su coloración, pero existen algunas que contienen hemocianinas, que son proteínas similares a la hemoglobina de los vertebrados, pero en vez de contener hierro contienen cobre. El óxido de cobre es de color azul verdoso, por lo que la hemolinfa oxigenada de algunas especies puede presentar tonalidades azules hasta llegar a ser incolora por falta de oxígeno.

Así que ahora cuando te digan que “sacaste el cobre”, podrías responder que es porque eres de la nobleza y tienes “sangre azul”; o si eres de las que aún está buscando a su “príncipe azul”, sería bueno que en vez de besar sapos empieces a besar langostas como la chica de la foto.

Redacción: Francisco Espinosa

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