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Pequeña equivocación.


Un objeto que arde libera algo más que luz y gases. Algo capaz de calentar los objetos cercanos. Ahora lo llamamos energía pero la primera idea fue una esquiva sustancia a la que se denominó flogisto. A principios del siglo XVIII todavía se utilizaba la alquimia como base para intentar comprender el mundo. Se creía que el fuego era una especie de elemento místico y se agrupaba dentro de los clásicos "cuatro elementos", junto con el aire, el agua y la tierra; entre ellos conformaban los pilares de la composición del universo. Esta visión entró en crisis, por supuesto, ya que la ciencia había avanzado lo suficiente para tratar de investigar qué había detrás de los fenómenos de la combustión. El flogisto era una sustancia hipotética que se desprendía al arder un objeto. Según esta teoría, cuanto mayor era la cantidad de flogisto contenida en un material, más calor desprendía el objeto al entrar en combustión. Al arder, el flogisto abandonaba el material y se acumulaba en el aire. De hecho, una de las variantes de esta teoría sostenía que el flogisto era más ligero que el aire. Así, los gases liberados en la combustión se elevaban "arrastrados" por el flogisto. También se suponía que cuando el aire estaba saturado de flogisto la combustión era imposible. Esta teoría tenía más puntos negativos que positivos. Por ejemplo, explicaba porqué en un recipiente herméticamente cerrado la combustión se detenía, pero al aplicar las hipótesis sobre el flogisto a los metales, por ejemplo el magnesio, aumentaban de peso al arder. Esto obligaba a concluir que en ellos, el flogisto tenía peso negativo. Un material invisible y con masa negativa era difícil de aceptar en aquél entonces. La respuesta la dio Lavoisier quien descubrió que durante la combustión no sale nada del cuerpo que se quema, sino que por el contrario, el cuerpo que se quema absorbe una sustancia del aire (concretamente el oxígeno). El flogisto, por tanto, no existía y era una teoría básicamente equivocada que sin embargo sentó las bases para la química moderna.

Redacción: Claudia Fabian

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