Dentro de nuestros mares mexicanos encontramos animales que por su aspecto pudieran parecer inofensivos pero no lo son, tal es el caso de los caracoles marinos del género Conus que con sus movimientos aletargados y el aspecto de su concha, que parece estar pintada a mano, nos invita a tomarlo, pero ¡ten cuidado! si encuentras a uno de estos caracoles vivos ¡son VENENOSOS!
Los caracoles del género Conus tienen una cavidad bucal con una estructura parecida a un diente en forma de arpón que esta unido a una glándula con veneno llamado diente radular. La picadura de su diente paraliza por completo a un pez tan solo en 1 o 2 segundos. El veneno del género Conus está formado alrededor de 50 a 200 pequeñas proteínas a las que llamaron conotoxinas o conopéptidos, y son más pequeñas que otras toxinas de animales venenosos como víboras o alacranes, debido a esto las conotoxinas pueden difundirse por los tejidos de sus presas en un breve tiempo. El veneno de estos caracoles también puede matar a un ser humano en cuestión de minutos. Sin embargo, estudios recientes han encontrado que debido a la alta selectividad que tiene las conotoxinas por los canales y receptores iónicos de las células nerviosas podrían permitir su uso como fármacos para tratar diferentes neuropatías. El ejemplo más notable hasta hoy es el fármaco Ziconotide. Fue evaluado como analgésico para bloquear el dolor crónico en pacientes con cáncer terminal y SIDA, su potencia y efectividad son mayores que otras drogas analgésicas, es ¡1000 veces más potente que la morfina y no causa adicción!. Otras conotoxinas son las conantokinas, se deriva del vocablo filipino antokin que significa sueño, porque cuando se inyecta directamente en el cerebro a ratones les produce este efecto. Estas toxinas también bloquean receptores que son importantes a nivel del sistema sensorial de peces y en procesos de memoria, aprendizaje y trastornos epilépticos en mamíferos. Actualmente las conantokinas están siendo usadas en estudios preclínicos para el tratamiento de epilepsia.