¿Conoces aquella historia del pez payaso que atravesó el océano, peleó con tiburones, nadó por las profundidades, enfrentó a un monstruo de filosos dientes, luchó contra cientos de medusas, se unió a un grupo de tortugas e incluso viajó en la boca de una ballena para encontrar a su pequeño hijo extraviado…? Sí, acertaste estamos hablando de la película “Buscando a Nemo” de Disney y Pixar. Sin embargo la gran travesía de Marlín hubiese terminado cuando él y Dory se convirtieron en la comida de un gran cetáceo. Aquí las bases científicas: Las ballenas y los delfines pertenecen a un grupo de animales denominados cetáceos. Todos ellos al igual que nosotros son mamíferos y necesitan aire para respirar. Sus orificios nasales llamados espiráculos se encuentran en la parte superior de la cabeza y conducen el aire hacia los pulmones. Dichos espiráculos se pueden abrir o cerrar a voluntad evitando que el agua entre al sumergirse y se ahoguen. Pero, ¿qué pasa cuando comen? Las ballenas se alimentan en el mar y su comida va acompañada de grandes cantidades de agua, para capturar a sus presas abren la boca y nadan rápidamente hacia ellas sin el menor riesgo de que sus pulmones se llenen de agua. A diferencia de los mamíferos terrestres, como nosotros, las ballenas no pueden respirar por la boca porque no está conectada con sus órganos respiratorios. El aire que entra por los espiráculos va directamente a sus pulmones y el alimento que ingieren va directamente a su estómago. De modo que si se comen algo son incapaces de expulsarlo por los orificios nasales. Ahora sabes que si una ballena te come no puedes escapar por donde respira y que si Marlín y Dory fueron tragados por una ballena solo tenían un camino de salida.
Redacción: Andrea García